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La experiencia cinematográfica clásica se pierde y eso explica en cierto modo la mala taquilla

La zona de interés (2023)
Foto del redactor Ekaitz Ortega

Responsable de Entretenimiento

Hay un gran debate sobre la poca recaudación de los cines y el motivo por el que los espectadores no están yendo a las salas.

Aunque con películas como Bad Boys: Ride or Die se estén viendo algunos brotes verdes, la verdad es que las salas de cine sufren bastante desde que acabó el recorrido de Dune: Parte Dos.

Si eres usuario de redes sociales, seguro que habrás visto algún tuit o debate sobre los motivos por los que no se está yendo al cine, a pesar de que 2023 fue un buen año, y no solo por el Barbenheimer. ¿Es el precio de las entradas? ¿Lo poco atractivo de los estrenos, a pesar de que cada semana llegan diez películas o más?

Hay tantas respuestas posibles como personas y se puede decir que en parte es un debate irresoluble. En mi opinión, lo de estos últimos meses está teniendo más que ver con la oferta, o cómo se vende esa oferta, que con el precio, pero también hay una serie de situaciones que espantan a los más fieles.

Desde hace tiempo que la experiencia cinematográfica clásica se pierde. Esa es mi sentencia y lo primero que debo aclarar es que no es por un solo motivo, sino la suma de unos cuantos. Como segundo apunte rápido, no significa en todas las circunstancias un cambio a peor: es algo distinto.

Ir al cine y disfrutar con total atención

En las últimas semanas he estado pensando cuándo viví por última vez una experiencia plena en el cine y tengo que decir que fue viendo La zona de interés en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián.

La calidad de la película ayudó muchísimo y estuve absorto en las imágenes desde el primer momento, pero también es verdad que podría haber ocurrido con otra más blockbuster o simplemente peor. Esto ocurrió por un primer motivo: no me sacó de la película ninguna luz de móvil.

Desde que me acerqué al festival en septiembre he contado las películas en las que no he visto a alguien encender el móvil y solo ha ocurrido en dos ocasiones. Algo desolador teniendo en cuenta que voy al cine normal, a festivales, pases de prensa, prestrenos y otras actividades que a veces son exclusivas. Casi siempre hay alguien que mira la hora en el móvil, cuando no sus mensajes.

Pero no me limitaré a ese tema. El comer viendo las películas también ha cambiado y a las palomitas, costumbre a la que no me atrevo a poner pegas, se han sumado otro tipo de alimentos. Algunos pringosos, otros olorosos y luego están los ruidosos. Las salas de cine buscan mayor beneficio y esta es una fuente de ingresos.

En algunos cines deluxe además se ofrece servicio de camareros que se cruzan por delante de ti en distintos momentos de la proyección para ir a atender a los espectadores que los reclaman.

 

Y en el punto opuesto, la comodidad al ver cualquier película se reduce considerablemente cuando estás pisando las palomitas de la sesión anterior porque hay grandes cadenas que descuidan la limpieza.

Punto y aparte podemos poner en las películas más taquilleras cuando encontramos a gente charlando en las salas de cine.

¿Apocalíptico o integrado?, que diría Umberto Eco. Pues un poco de todo. Entiendo perfectamente que los cines busquen hacer negocio como sea, porque no vamos a pagar 20 euros solo por ver una película, pero también es cierto que problemas como los móviles, la educación y la calidad de las salas se encuentran presentes.

Lo enumerado junto a una cartelera que no es del todo atractiva da un resultado evidente. Porque si no se puede ver la película como siempre se ha hecho, evidentemente, se irá menos a las salas. Quizá queda la duda de saber si estamos en una época de transición hacia algún lado o de fin de ciclo.

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