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Nos están cambiando los dibujos animados de nuestra infancia... Y nos parece estupendo

Thundercats Roar

Jesús Delgado

Los Thundercats regresan a la pantalla. Como muchas otras series, su actualización lleva aparejada una reestilización y un cambio de diseño de lo más radical. Es algo que no ha gustado a todo el mundo. ¿Es algo necesario?

Como bien sabéis, y si no os pongo al día, hace relativamente poco tiempo se anunció el regreso de los Thundercats, una serie de los años 80 de culto que mezclaba las premisas de Lost in Spacey He-Man y los Masters del Universo. Era la historia de unos felinos antropomórficos alienígenas que luchaban por la supervivencia en un planeta hostil al que llegaban huyendo desde su mundo natal.

Debido a ello, como os dije hace unos días vía Twitter, el alto mando de la sección de Entretenimiento de Hobby Consolas me ha encomendado una tarea. Esta, como me temo, va a arruinar de la infancia de más de uno. A pesar de que no pase porque pille la máquina del tiempo, vuelva al pasado, incendie la casa de esa persona y le convierta en huérfano, no sin antes haberme comido a su perro y/o gato y haberme asegurado de que sus compañeros de clase le pongan el mote más humillante jamás inventado. 

Hoy toca hablar de esas series de nuestra infancia que están regresando con un radical cambio de look, con un nuevo rediseño y una reestilización total. Es algo que, al parecer, está arruinando más la infancia de señores de treinta y cuarenta años que las barbaridades que yo y mi máquina del tiempo pudiéramos llevar a cabo. 

El anuncio de este regreso de Thundercats vino acompañado de las primeras imágenes de la nueva serie, mostrando una reestilización de los personajes y virando de un estilo clásico de serie de dibujos de acción hacia un estilo netamente cartoon, cercano al de series como Steven Universe. Esto, además, irá acompañado de un humor absurdo, tan típico como el de las series de dibujos actuales. A muchos, ¿cómo no?, el nuevo estilo les dio úlcera y comenzaron a elevar quejas que contenían expresiones como "traición", "infancia arruinada", "esencia perdida" y, la que no podía nunca faltar entre gente con criterio y buena educación, el siempre elegante "vaya puta mierda".

Llegados a este punto, ya os tenéis que oler que el que escribe estas líneas no comparte el parecer de muchos de estos críticos. O, al menos, no sus formas. Ciertamente, que a un señor de 30 o 40 años el remake de una serie de dibujos animados de su infancia le quite el sueño, en lugar de otro plazo de la hipoteca o que su chaval se haya peleado en la escuela, me preocupa. Pero no profundizaré en esa cuestión, ya que eso da para otro artículo de opinión. Y ojo, veréis que digo señor, porque rara vez vemos a señoras quejarse por los remakes de series de los ochenta, o al menos no como si el mundo se acabase. 

A lo que iba, puedo entender que haya a quien no le guste que se "toque" las cosas con las que crecieron cuando eran niños. Es muy comprensible. Pero, amigos, esto viene pasando desde que la industria del entretenimiento está a todo gas y pegó el acelerón en el siglo XX. Y, queramos o no, hay que aceptar las reglas del juego.

¡Eso no es Batman! (o cualquier otro personaje que adoraba cuando tenía nueve años)

Permitid que comparta con vosotros una vivencia personal y os hable de un amigo de la familia. Este amigo de la familia era uno de los mejores amigos de mi padre. Había llegado a España en los años 60, tras la Revolución cubana, huyendo del régimen de Castro. Este señor era un hombre especialmente leído y cultivado que, por ende, se había criado leyendo las "historietas" que llegaban a la isla desde México y Estados Unidos. En especial, las de Detective Comics y Batman.

Corría el año 1990 y mi yo de ocho años (os acabo de decir mi edad a lo tonto, zagales) estaba flipando en colores con el Batman de Tim Burton, que se había estrenado en nuestro país hacía relativamente poco. En mi inocencia, y ya que yo adoraba a este hombre, pues era una suerte de tío postizo para mi, le fui a contar lo mucho que me había molado. Su expresión fue la de arrugar el bigote y decir algo así como "¡Eso no es Batman!"

El amigo de mi padre me contó que Batman originalmente, en los cómics que él leía, se pegaba solo con gángsteres y malosos. Eso de los supervillanos era una "chufa" que vino después. Obviamente, este señor se había quedado anclado en una lectura primitiva del personaje y no había leído todo lo que había venido después: Dennis O'Neil, Neal Adams, Dick Giordano, Carmine Infantino, Jim Aparo, Frank Miller, etc... Pero bueno, eso lo descubrí tiempo después. 

Como el hombre que os refiero, mucha gente se ha quedado enrocada en los recuerdos que guardan y con lo que ellos crecieron, como si fuera un canon inamovible. Y es que, en treinta años, la estética, la narrativa y las técnicas han cambiado mucho. Por no hablar también de las dinámicas de mercado. Parece que mucha gente olvida que estas series tienen un público objetivo, el juvenil e infantil, a pesar de que tangencialmente intentan llegar también al público adulto, precisamente por el efecto nostálgico. 

Las series de dibujos de los ochenta eran, ante todo, reclamos para vender figuritas de acción. Todo fue realizado con el objeto de vender juguetes. Y, en su momento, funcionó a las mil maravillas. Pero hoy este objetivo no se puede cumplir, por lo que se busca otro tipo de entretenimiento y gancho con el que llegar a las nuevas generaciones. Esto es, con otro estilo visual y otro tipo de historias.

Por otro lado, hay quien dice que las series deberían acercarse a las originales y no perder la esencia. Desde un posicionamiento idealista, comparto esta idea, pero en lo tocante a su practicidad, discrepo totalmente. En la década pasada, precisamente se intentó traer de vuelta series como G.I.Joe, los Thundercats y He-Man. La primera se limitó a web-serie (muy chula), que obviamente tuvo éxito entre el público objetivo adulto y nostálgico. Las otras dos, versiones actualizadas, con toques de anime americano, se la pegaron estrepitosamente, a pesar de su enorme calidad. 

Y Thundercats no es la única en regresar. Estas series de nuestra infancia han regresado con fuerza

Fracasos como estos, obviamente, han llevado a las compañías a plantearse cómo hacer rentable el entretenimiento. No olvidemos que esto es un negocio, por mucho que haya quien busque sacralizarlo y convertirlo todo en dogma de fe. La llegada de series como Phineas y Ferb  u Hora de Aventuras redefinieron el camino, que ya en la década anterior habían ido marcando series como Las Supernenas, Bob Esponja y El Laboratorio de Dexter. Esto es, el dibujo animado absurdo, con un subtexto que entretuviera a adultos, pero cuya forma y discurso fuera accesible para los más pequeños. 

Esta misma fórmula ha dado lugar a una legión de series posteriores:Gravity Falls (si no la habéis visto ya, no sé que hacéis con vuestra vida, por cierto), Steven Universe, El Asombroso Mundo de Gumball... cuyo éxito ha servido de modelo de manera paralela a la reestilización y rediseño de muchas series como Mi Pequeño Pony, por poner el más claro ejemplo.

Otras, como la nueva Patoaventuras, también beben de esto y el cambio les ha sentado muy bien. La "seria" Young Justice se autoparodió con la serie Teen Titans Go! (que también deberíais ver, por cierto), demostrando que DC no funciona solo a golpe de drama y chirriar de dientes. Y, ojo, que hay más ejemplos notables.

En una línea paralela, tenemos Transformers y Tortugas Ninja, dos franquicias que desde los años 80 han sobrevivido a base de reinventarse y adaptarse a las modas y a estudios de mercado, sabiendo lo que funcionaba. Cuando tocó animación de acción o serie de animación digital, sendas series hicieron sus propios reboots en estos medios. De hecho, Transformers ofrece un paradigma único, ya que es una serie que ha experimentado y diversificado, emitiendo a la la vez distitnas series destinadas a nostálgicos, a nuevas generaciones ya  niños de corta edad.

Por otro lado, las TMNT se han ceñido a las modas de cada momento, tomando las señas de identidad de la adolescencia y los preadolescentes de cada década. Esto ha hecho que pasen de ser un cómic underground para adultos a una serie dibujos animados para niños. Y dicho esto, ojo, la última serie, Rise of the TMNT, no me gusta nada. Esas tortugas no son para mi, pero entiendo que vayan a tener su público. 

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Concluyendo: los dibujos animados son un negocio. Antes servían principalmente para vender figuritas y promocionarlas. Con el tiempo, este objetivo se ha vuelto bastante secundario, pero sigue estando presente. Es algo que demuestra la incipiente producción de merchandising de muchas de estas series, pero ya no es el principal objetivo.

Tampoco tienen en mente seguir gustando a niños de hace treinta y cuarenta años, cuyos gustos no son precisamente los de los niños de ahora. Muy posiblemente se intente con ellas tender un puente generacional, pero los niños de entonces deben entender que su tiempo ha pasado. Y también que quizá deberían no hacer tanto caso a la nostalgia. Y es que, por mucho que les pese, posiblemente un revisionado de las cosas que les encandilaban con ocho o nueve años, a día de hoy puedan incluso provocarles vergüenza ajena, si no incomodidad. 

En definitiva. Que la reestilización y rediseño de series de dibujos animados de nuestra infancia, realizadas acorde a los gustos actuales no nos tienen por qué gustar. Nadie nos puede poner una pistola en la cabeza para que esto ocurra. Lo que sí hemos de hacer es respirar y asumir que no está dirigida a nosotros y que tampoco tenemos una superioridad moral ni intelectual para castigar las siguientes generaciones denostando lo que está hecho para ellos.

¿Acaso os hubiera gustado que llegara vuestro padre y cuando veíais a Goku os dijera "Vaya puta mierda el punky musculado gritón, ponte a ver Mazinger Z, que eso son dibujos japoneses de verdad"? O, ¿qué se yo?, que en lugar de dejaros jugar con los G.I.Joe os hubieran metido Hazañas Bélicas por la garganta y El Capitán Trueno en lugar de He-Man. Pues eso colegas, paz, tranquilidad, tolerancia y, sobre todo, recordad: la madurez no se encuentra en ver o dejar de ver dibujos animados y en si estos ya están hechos o no para ti. Deja que los jóvenes de ahora tengan infancia, y no se la arruines para preservar tus bonitos y nostálgicos recuerdos tal y como quieres recordarlos. 

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