Crítica de 65: ciencia ficción de supervivencia de argumento simplón y criaturas terroríficas

Si quieres sentirte como si caminaras entre dinosaurios, mejor regresa a las sagas Parque Jurásico y Jurassic World, aunque la mejor idea será encender Apple TV+ para disfrutar del magnífico documental cuya segunda temporada ya se ha confirmado: Planeta prehistórico.

La película 65, de estreno en cines, no tiene ningún interés en realizar una reconstrucción mínimamente creíble del Cretácico Tardío, sino que más bien propone una especie de tren de la bruja para un náufrago espacial en un planeta al borde de una extinción masiva en el que los dinosaurios no son más que una fuente de continuo terror, persecuciones y supervivencia al límite.

Son 93 minutos de metraje en el que la historia, de por sí sencillita, no hace sino dar vueltas sobre sí misma agotando el potencial de su premisa principal muy rápido. Y es que la combinación de un gran actor como Adam Driver (Ruido de fondo) y esta naturaleza hostil daba para algo más que un drama de supervivencia que termina siendo insulso.

Esto es especialmente frustrante si tenemos en cuenta que además de contar con un buen actor principal, están detrás del libreto y la dirección de 65 los guionistas de Un lugar tranquilo y La casa del terror (Haunt)Scott Beck y Bryan Woods.

En esta ocasión no está bien equilibrada la calidad del guión y la inversión en efectos especiales. Menos "bichos" y más argumento habrían dado mejores resultados.

Hace muchos, muchos años...

65 millones de años atrás en el tiempo, los humanos aún no estaban destinados a dominar la Tierra, pero sin embargo ya había civilizaciones capaces de navegar por el universo.

Mills y su esposa Alya tienen una hija adolescente, aquejada de una enfermedad grave. Éste es el motor que le impulsa a aceptar una misión espacial de dos años, por la que percibirá un sueldo tres veces mayor del habitual y que le dará acceso a su hija al tratamiento que tanto necesita.

Él es el piloto de una sofisticada nave que contiene las cápsulas de un puñado de compatriotas criogenizados hasta llegar a su destino. Pero una masa de asteroides de origen desconocido lo saca de la ruta establecida y daña el sistema de navegación obligándolo a realizar un aterrizaje de emergencia en un planeta inhóspito plagado de seres amenazadores. 

El impacto es tal que desgaja la nave en dos partes y acaba con la vida de casi todos los individuos criogenizados. Su única escapatoria será alcanzar la parte del fuselaje que alberga una cápsula de rescate y que está situada en lo alto de una montaña, a quince kilómetros de distancia.

El guión de 65 es perezoso a más no poder, como ya deja intuir desde sus primeros impases, cuando tira de letreros para explicar que los seres humanos no existen, pero que hay otra civilización anterior (clavada a la nuestra aunque más desarrollada tecnológicamente) que casualmente va a caer en la Tierra en el que puede considerarse uno de los puntos de inflexión más relevantes de su historia.

Si la gran sorpresa de clásicos de la ciencia ficción como El planeta de los simios era precisamente descubrir que era nuestra canica azul el destino del náufrago espacial, aquí no hay margen para especulaciones ni teorías porque se nos da todo bien mascadito desde el comienzo.

El aliciente por tanto va por dos caminos distintos: seguir la evolución de la relación del protagonista con la única superviviente de la nave, una niña huérfana que no habla su idioma llamada Koa y sobrevivir al constante ataque de las criaturas que habitan el planeta y se interponen entre ellos y su objetivo. Lo primero hace que se ahonde en el drama familiar y lo segundo en la aventura.

En ambos casos, no obstante, se incurre en el mismo error: la repetición. Amén de la escasa originalidad de la historia. A una película como 65 no le vamos a pedir una gran precisión histórica pero al menos podría haber tratado con algo más de respeto a los pobres dinosaurios y no solo como insaciables máquinas de matar.

Se olvida tanto de qué es lo que nos cautiva de su existencia como de qué es lo que nos entretiene al abordar un relato de estas características. En suma, le falta corazón.