Logo Hobbyconsolas.com
Logo HobbyCine

Crítica de Los Anillos de Poder Temporada 2: Sombras de nostalgia y destellos de esperanza en la Tierra Media

Rings of Power
Foto del redactor Rafa DomínguezFoto del redactor Rafa Domínguez

Crítica de la segunda temporada de El Señor de los Anillos: Los Anillos de Poder, la serie de Amazon Prime Video protagonizada por Morfydd Clark, Charlie Vickers, Charles Edwards, Robert Aramayo e Ismael Cruz Córdova, entre otros. El estreno de los primeros episodios en Prime Video es el 29 de agosto de 2024.

Hablar de la Tierra Media es combatir contra los irrefrenables pensamientos intrusivos que, como la mente de Gollum, nos llaman a volver a ver las versiones extendidas de las tres imperecederas y memorables películas de El Señor de los Anillos. Pero hoy os convoco, Hombres del Oeste, ante el estreno inminente de la segunda temporada de Los Anillos de Poder.

La que para muchos es la mayor historia de épica fantástica jamás contada sigue dando frutos más de 20 años después del estreno de El Retorno del Rey (Peter Jackson, 2003), pero no todo ha vibrado con el mismo orden divino con el que cantaron los Ainur en el nacimiento de la saga cinematográfica.

Los Anillos de Poder regresan entre sensaciones encontradas y opiniones divididas que marcaron la serie más cara de la historia desde su lanzamiento. Conflictos con los más puristas de la obra de Tolkien y esperanzas diluidas entre amantes del género desde la saga principal, pero siempre rodeados de la pasión que fluye por las raíces de todo lo que toca la Tierra Media.

Los showrunners, J.D. Payne y Patrick McKay, han diseñado una segunda temporada que girará en torno a Sauron, ahora libre de la incómoda atadura narrativa de su revelación, bajo la identidad de Annatar, el Señor de los Dones, que se presentará ante Celebrimbor para forzar la creación de Los Anillos de Poder y corromper la obra del famoso herrero elfo de forma subrepticia.

Uno de los momentos icónicos del Legendarium de Tolkien que se rodeará del viaje de búsqueda de la identidad de El Extraño por las tierras de Rhûn, el conflicto por el poder en Númenor y el desarrollo de Mordor y los orcos bajo el liderazgo de Adar.

A unos pocos días de su estreno y gracias a Amazon, he podido ver los tres primeros episodios de Los Anillos de Poder que llegan a la plataforma este viernes 29 de agosto con renovadas ganas, un hálito de esperanza con algunas novedades... pero con las mismas dudas que no terminaron de embriagarme del espíritu de la saga en la primera temporada.

Arrastrando los fantasmas del pasado

Vaya por delante que, como amante de la narrativa de Tolkien y lector de sus novelas, admiro la titánica empresa de reimaginar la historia de Los Anillos de Poder a partir de los apéndices de El Señor de los Anillos —como lo es, en parte, escribir esta crítica—. Porque eso es precisamente esta serie: una reimaginación. Una con el mayor presupuesto de la historia.

No hay nada de malo en ello; disfruto ferozmente de ver a través de la mirada de aquellos que comparten pasión por el vasto, mágico y onírico universo que salió de la mente prodigiosa de aquel profesor británico que amaba la naturaleza. Pero ese apunte para la campaña de promoción original habría ahorrado muchos disgustos a posteriori, y también apoya la perspectiva de este análisis. Al lío.

La segunda temporada arranca con misticismo, como también lo hizo la primera, con un poderoso flashback en el que descubren el origen de Halbrand después de la traición a Sauron por parte de Adar y los orcos. Una apertura que llama a la oscuridad, como tanto se han empeñado en prodigar en la promoción de la serie.

Con la nueva temática arraigada en la narrativa, toca demostrar si la experiencia del montaje de la primera temporada, como afirman sus showrunners, consigue equilibrar el ritmo tan lastrado por diálogos que carecían de la épica y la poesía que respira el material original. No es así. Al menos, no todo lo que me gustaría.

La coralidad de la serie sigue lastrando el ritmo con diálogos de fino calado en una cantidad excesiva de subtramas y personajes que la hacen frágil y dispersa entre las que sólo destacan dos: el devenir de la sociedad enana, con el príncipe Durin, y las aventuras de El Extraño y las Pelosas descubriendo Rhûn entre conflictos mágicos.

El resto, más allá de la terna por la creación y la corrupción entre Annatar y Celebrimbor, es un incordio. Unos pocos momentos memorables, como la reaparición de Isildur en una secuencia que te abofetea con la nostalgia del Bosque Negro y la Ciénaga de los Muertos, no son suficientes ni aprovechan todo su potencial evocador como veremos más adelante.

Pero el esfuerzo por reequilibrar la balanza es evidente, a pesar de ser un ejercicio continuista. Tardaremos tres episodios en ver a algunos de los protagonistas de la primera temporada; secuelas del tiro de dispersión con el que Los Anillos de Poder quiso abarcar a todos los públicos... y que nos acabó arrastrando a las tinieblas. Ahora sólo queda tirar del remolque, porque el error estuvo en un planteamiento del que no se puede sacudir.

Así, veremos cómo el príncipe Durin de un espléndido Owain Arthur despierta ese cosquilleo de poesía épica cuando comparte escenas con su padre, el rey Durin (Peter Mullan), en lo que, para mí, sigue siendo lo mejor de Los Anillos de Poder. No tanto en la representación de escenarios de Khazad-dûm, que por grande que sea el trabajo de CGI —y caro— sigue sin sacudirse de una iluminación menos inspirada.

Los anillos de Poder Durin

El Extraño sigue en su viaje de autodescubrimiento y, una vez más, hay un don en las palabras que salen de la boca de Daniel Weyman. Una demostración más de que, aunque lo hay, no todo el error está en la escritura de los diálogos, sino en una dirección de actores que dejó que desear en la primera temporada y que sólo el talento parece remontar. Y el de Weyman es el otro caso.

Embriagado por las mareas de la imaginación, como nos contaba en una entrevista hace unos días, las aventuras del Istar y sus palabras reverberan con el peso literario de su personaje, haciendo que no pueda sino asentir ante lo que se presenta, de rodillas y cuatro latigazos después por no ser digno de pronunciar su nombre, como aceptable heredero del Gandalf de Ian McKellen.

Lo que sí promete esta temporada es pisar más el acelerador con el paso de los episodios. Aupados por varios aciertos de la banda sonora y la aparición de personajes tan esperados como Annatar o la carismática variante de Adar, la serie cumple en su premisa de ser más oscura y, al menos, algo más dinámica.

La presencia de escenas de acción de mayor entidad y la subida en el volumen de la épica con el paso de los episodios son determinantes para dar el paso hacia delante que nos prometían, consiguiendo que miremos hacia el futuro con algo más de esperanza.

Una ventana preciosista a la Tierra media

¿Qué ha sido del arte y la poesía? ¿Qué del estilo y el riesgo? Han pasado como lluvia en las montañas, como viento en la pradera. La larga sombra del titánico esfuerzo y peligros a los que se enfrentó Peter Jackson hacen de este viaje uno plagado de obstáculos en forma de expectativas de las que jamás se podrá sacudir.

Hay poco de la dirección tan memorable, épica y grandilocuente que exige esta historia y estos personajes. Destellos que nos hacen soñar, pero que acaban perdidos en la bruma, al menos en estos tres primeros episodios, pero que miro con esperanza al resto de la temporada.

Donde sí sigue brillando es en sus escenarios. La recreación por CGI de tantos lugares de la Tierra Media valen por sí mismos todo el dinero que suponga la producción. Los paisajes por los que navegamos abrazados por el mapa original y suspendidos por la música de Bear McCreary van a dibujar inevitablemente una sonrisa en tu cara.

Los anillos de Poder Elrond

 Otra de las novedades es su poderosa fijación con la humanización de los personajes y sus sentimientos. Los de los elfos, con la terna entre Annatar y Celebrimbor, pero también los de los orcos, a quienes veremos despojados del maniqueísmo arquetípico del género en escenas que resultan confusas y poco alentadoras dado el bagaje que ya tenemos en su historia.

No puedo hablar todavía de la introducción de nuevos y esperados personajes como Tom Bombadil, pero sí de Círdan y de parte de su polémica por la apariencia física del personaje. Mientras comparto el afán por la fidelidad a cada punto de cada texto escrito por Tolkien, este es el menor de los problemas de la serie.

En tiempos en los que cada producción debe ser catalogada como una «obra maestra» o de un «fracaso sin precedentes», Los Anillos de Poder es una serie que, en ese tiro por dispersión que mencionaba antes, puede funcionar para un gran público. Con chispazos de esa magia que una vez nos hizo tan cómplices, pero de la que sólo queda una parte de su recuerdo.

Seré un espectador más de la segunda temporada. Lo mismo haré con la tercera, llegado el caso. Entre polémicas y pedestales brillando con fulgor por términos que muy lejos están de la calidad del producto, Los Anillos de Poder seguirá siendo una ventana desde la que mirar a una ilusión de esa Tierra Media que un día nos hizo tan felices.

Conoce cómo trabajamos en HobbyConsolas.

VALORACIÓN:

La segunda temporada de Los Anillos de Poder da un paso para librarse de los errores del pasado, pero arrastra inevitablemente problemas de ritmo y dispersión que intenta paliar con un enfoque visual impresionante. Hay un esfuerzo por recapturar el embrujo de Tolkien, aunque sigue sin alcanzar el potencial narrativo que su dimensión exige.

LO MEJOR:

El Extraño y el príncipe Durin de Daniel Weyman y Owain Arthur despiertan ecos de la épica fantástica que nos embriagó en la historia original.

LO PEOR:

La herencia de su mal planteamiento inicial: una cantidad excesiva de personajes, subtramas y diálogos blandos que la hacen frágil y dispersa.
Hobby

78

Bueno