Crítica de The Bear temporada 3 - Máxima tensión en el lado humano de la alta cocina

Dos de las series más esperadas de la temporada estival tienen el mismo problema: dar demasiadas vueltas en círculos. Es lo que nos ha pasado con la segunda temporada de La casa del dragón y ahora también con la tercera de The Bear.

Y es que tenemos a Carmy, nuestro protagonista, completamente estancado en un callejón sin salida que le lleva a rememorar todos sus traumas pasados y a mostrar una singular reticencia para pasar página. Pero es que Syd también está inmovilizada entre la espada y la pared.

Los diez episodios que componen esta nueva tanda son muy irregulares: los hay geniales y los hay hasta aburridos. Algunos están centrados en el pasado, otros en eventos concretos, como el momento previo al parto de Sugar, y siempre hacen que veamos una evolución en los personajes y la relación que hay entre ellos.

Sin embargo, la trama general avanza más bien poco y, por ende, nos deja un final-cliffhanger bastante molesto, con todo abierto, y con la sensación de haber revivido demasiados momentos que ya nos conocíamos.

The Bear, no obstante, sigue siendo una serie que explora la creación culinaria como pocas y pone en valor no solo a figuras reales y concretas de la alta cocina sino también a tantos aspirantes que buscan a toda costa la excelencia, arriesgando su salud física y emocional en el intento. Cada cual tiene sus motivos, pero les une una obsesión muy concreta.

Más que eso, incluso. Gracias a personajes como el que interpreta Olivia Colman, la serie permite que se comprendan las razones de este tipo de establecimientos para existir y su labor como sostenedores de todo un tejido de proveedores a los que mantienen. Quizás sea la temporada que más abunda en la relación con la materia prima y con la naturaleza (buen punto el de los dibujos de Carmy). 

Un menú nuevo cada día y mantequilla distópica

El nuevo restaurante The Bear echa a andar con una finalidad muy concreta: conseguir una estrella Michelín. Pero para lograr ese objetivo, va a ser necesario elevar mucho el listón y dejarse un chorro de pasta por el camino como el tío Jimmy empieza a ver. 

La historia continúa a partir del día siguiente de esa primera noche en la que Carmy se quedó encerrado en la cámara frigorífica, y que se salda con su ruptura con Claire y la decepción de Richie con sus comentarios que van a desembocar en fuertes discusiones y la desesperación de Syd, muy minusvalorada en su posición.

Eso sí, atrás quedaron los servicios imposibles porque hay una presión extra. Carmy propondrá entonces la creación de un nuevo menú diario, para disgusto de Syd y nuevo motivo de enfrentamiento con Richie, jefe de sala, que tendrá que lidiar con camareros obligados a memorizar nuevos platos cada día.

Sugar, por su parte, tiene grandes preocupaciones sobre la recta final de su embarazo e intenta que la tensión no se traslade a su criatura mientras trata de cuadrar las cuentas imposibles del restaurante y busca dar una buena impresión a potenciales periodistas que puedan escribir una reseña en medios especializados.

Recuerdos traumáticos y la forja de un héroe culinario

Sí, la serie The Bear a menudo nos recuerda a Pesadilla en la cocina. Pero todas y cada una de las experiencias del pasado de los chefs son las que les han llevado al punto en el que están: desde terribles reuniones familiares hasta momentos de cocinar con antelación y obligatoriedad y machaques emocionales previos por parte de otros cocineros más experimentados.

El tortuoso proceso de aprendizaje tiene sus frutos, aunque el nivel de presión sea tan grande que no todos logren superarlo sin secuelas. Christopher Storer no afloja y mantiene constreñidos a los personajes, presas de sus miedos y a la vez de sus deseos.

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Pero, por primera vez, da la sensación de que el argumento no avanza lo que debería en sus diez episodios de entre 30 y 45 minutos de duración. La radiografía de la alimentación en la Chicago profunda es una constante, con visitas a establecimientos, cadenas y mercados, pero tiene más de foto fija que de imagen en movimiento. Le falta impulso, garra y dejar de retozar en el pasado.

Es el momento de que el creador haga su propia lista no negociable y ponga en ella que debe rematar todos los hilos argumentales que se han quedado al pairo... y no son pocos. Se agradece que ponga el foco en el lado humano de la alta cocina (con sus cameos correspondientes), pero no se perdona con facilidad la sensación de decepción final. La serie necesita oxígeno.

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Etiquetas: Disney Plus