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Crítica de Bikeriders. La ley del asfalto: una carta de amor a la edad dorada de los moteros

Bikeriders
Foto del redactor Raquel Hernández LujánFoto del redactor Raquel Hernández Luján

Crítica de Bikeriders. La ley del asfalto, la nueva película de Jeff Nichols con Jodie Comer, Tom Hardy y Austin Butler como protagonistas. Estreno el 12 de julio.

Jeff Nichols (Mud) vuelve a la carga con Bikeriders, una película muy especial, inspirada en el libro de fotografías de Danny Lyon creado a partir de su experiencia acompañando a los integrantes de un club de moteros durante casi una década, desde mediados de los sesenta hasta comienzos de los 70.

Su trabajo como guionista y director es encomiable en la medida en que busca rendir homenaje (con cierto halo de nostalgia) a los comienzos de una corriente que se degradaría después con la llegada de la heroína, las envidias entre distintos grupos y la irrupción de personajes bastante oscuros y carentes de escrúpulos que transformarían una transgresión social en una banda criminal.

Porque por encima del rugir de las motos, convertido aquí en evocador recuerdo de la libertad perdida, Bikeriders quiere ser un canto a esa locura original y una indagación en sus raíces.

Aullando al viento

Danny entrevista a Kathy, una mujer del medio oeste completamente ajena al mundo de los moteros hasta que coincide casualmente con Benny, un atractivo y poco hablador integrante del grupo de los Vandals Motorcycle Club de Chicago.

Tras un primer flirteo, queda claro que sus destinos van a quedar entrelazados y terminan casados y conviviendo juntos. Sin embargo, la fidelidad de Benny hacia su líder, Johnny, se interpone entre ellos.

 

A medida que el club se expande y se integran nuevos grupos, lo que era una reunión de colegas inadaptados empieza a transformarse en algo mucho más grande e ingobernable. Las rencillas por los colores y la llegada de miembros salvajes, ponen en riesgo el proyecto.

Mientras tanto, somos testigos de la formación del club, de la creación de distintos capítulos a lo largo de la geografía del país y de la forma de entender la vida de este peculiar grupo de adictos al mundo del motor, la cerveza y los largos viajes recorriendo las carreteras sin más motivación que vivir al margen de lo establecido.

Austin Butler en Bikeriders. La ley del asfalto

Juego, set y partido para Jeff Nichols que consigue rendir homenaje a una época especial sin criminalizar ni romantizar las idas y venidas de los integrantes de los clubs de moteros. Por una parte, cuida al detalle las caracterizaciones de sus intérpretes y por otra, nos guía a través de un romance incondicional que la propia protagonista categoriza como estupidez más que amor.

El reparto está en estado de gracia: Jodie Comer, de origen británico, se zampa la película transformando su voz al punto de que cuesta reconocerla y nos arrastra hacia un relato repleto de luces y sombras hilvanado por una persona ajena al mundillo, pero que consigue apreciar sus virtudes y sus inconvenientes.

Podría haberse convertido en una historia repleta de lugares comunes y de exaltaciones y sin embargo, hay espacio para la crítica y para abordar lo censurable: nuestra narradora no tiene pelos en la lengua. 

Amantes de las motos como Tom Hardy y Norman Reedus, se dan cita para interpretar dos papeles esenciales en esta película que muestra a los ficticios Vandals como trasunto del Outlaws Motorcycle Club. Y de regalo tenemos secundarios de excepción como Michael Shannon o Boyd Holbrook, Karl Glusman o Paul Sparks

Bikeriders es, en suma, una película con alma, narrada con mimo, elegancia y sentimiento desde un punto de vista distinto al esperable (nos pone en el lugar de una mujer en un mundo de hombres), que le saca partido a la fotografía, a la banda sonora y a las posibilidades del relato.

Cierto es que los juegos con el montaje iniciales y su discurso gamberro se va diluyendo en la parte final de la cinta, pero es sin lugar a dudas un nuevo trampolín para la carrera de Austin Butler, convertido en un James Dean atemporal y para una Jodie Comer entregada un nuevo memorable papel que se une a otros muchos de su interesantísima carrera. Una gozada de peli para cinéfilos.

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VALORACIÓN:

Rodada con mimo y con una foto deliciosa, la película consigue desarrollar una historia que mantiene el interés de principio a fin. Jodie Comer, Austin Butler y Tom Hardy ofrecen interpretaciones fabulosas que le dan a la película cierta cualidad de clásico instantáneo.

LO MEJOR:

El trabajo vocal de Jodie Comer, la fotografía, la banda sonora y el carisma que desprende Austin Butler, el "rebelde sin causa" de su generación.

LO PEOR:

Hay un determinado momento en el que el ritmo decae un tanto y el espíritu gamberro y transgresor del comienzo se difumina para dar paso al drama.
Hobby

77

Bueno