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Crítica de Los buenos profesores, una radiografía del día a día de un instituto

Los buenos profesores

Crítica de Los buenos profesores (Un métier sérieux), la nueva película de Thomas Lilti con François Cluzet, Vincent Lacoste, Louise Bourgoin y Adèle Exarchopoulos.

El cine francés está demostrando un gran interés por la educación en sus últimas propuestas cinematográficas. Después de Sala de profesores y el biopic centrado en Maria Montessori le toca el turno a la educación secundaria y, en concreto, al claustro que se encarga de la formación de los adolescentes.

Los buenos profesores, es una cinta de 101 minutos de duración que radiografía la realidad sin excesivo dramatismo ni salidas de tono. Resulta bastante peculiar que en un proyecto de esta índole nos situemos, casi en exclusiva, en la perspectiva de los adultos, cada uno de los cuales lidia con sus propios dilemas internos y con sus particulares circunstancias.

Tenemos a un profesor maduro que necesita reciclarse para seguir interesando a su alumnado, a una maestra no vocacional que tiene dificultades para mantener su autoridad, a un recién llegado al aula y a una profesional de la enseñanza obligada a cambiar de centro por sus problemas familiares.

No hay dos casos iguales, como no hay dos profesores que enseñen la materia de la misma manera, por más que sea calcada ni hay alumnos cuyos casos sean iguales.

La película apuesta por desplegar un amplio abanico de circunstancias, todas ellas llevadas con gran naturalidad y un compromiso por acercar las posturas de todos los sectores implicados: las instituciones, la dirección, la inspección, el AMPA, el claustro, los propios alumnos...

Terreno resbaladizo

Empieza un nuevo curso escolar y Benjami, un estudiante de doctorado sin beca, acepta un trabajo como profesor de matemáticas en un instituto de París.

Sin formación ni experiencia previa descubre lo duro que puede ser la profesión de maestro en un sistema educativo afectado por una falta de recursos crónica. A medida que pasan los meses empieza a tomarle el gusto a las clases y a sintonizar con sus pupilos, a lo que encontró con graves carencias de conocimientos al desembarcar en el instituto.

 

Con el apoyo y el compromiso del resto de docentes se replanteará su vocación, no sin experimentar una situación muy delicada cuando un alumno le amenaza fuera del centro escolar.

El resto de sus compañeros también tienen sus problemas: la distancia al trabajo, familias rotas, hijos rebeldes y, siempre, el reto de tener que dar la cara día tras día en clase, a veces ante una audiencia poco interesada en la materia.

Los buenos profesores es una película inteligente porque no glorifica a los mismos sino que des la su dimensión humana, al mostrar sus facetas íntimas, sus zozobras, inseguridades y la red de confianza que tejen entre ellos para ayudarse.

Tampoco comete la torpeza de convertirlos en mártires, porque si bien tienen un trabajo duro y sacrificado no es menos cierto que gozan de ciertas facilidades de las que carecen otros empleos. Se ven por tanto sus luces y sus sombras.

Al contrario de lo que hacen otras obras audiovisuales como la serie Colegio Abbott desde el humor, Los buenos profesores no tiene puesto el foco en la dificultades económicas que atraviesan los centros escolares. 

Es algo que late de fondo cuando surgen los problemas, como en el ensayo de los protocolos ante una emergencia. Nadie sabe qué hacer porque no ha recibido la formación adecuada, algo que debería ser fundamental para garantizar la seguridad de alumnos y personal además de la integridad de las instalaciones.

Se trata de una película que cuenta, además, con un reparto magnífico encabezado por un François Cluzet que encarna la voz de la experiencia, aunque eso no impida que también tenga sus áreas de mejora y sus quebraderos de cabeza. Se mantiene en un segundo plano, con pocos momentos en los que brillar, dado que el reparto es muy coral.

Destacan asimismo Vincent Lacoste (Fumar provoca tos), Louise Bourgoin (Hipócrates) y Adèle Exarchopoulos (Los cinco diablos) en una historia en la que no se lo da todo mascado a los espectadores y en la que queda a su discreción terminar de completar el puzle de las vidas de este grupo de profes que, contra viento y marea, quieren hacer bien su trabajo.

Puede que tengan poco tiempo para atender a las familias, que con algunas tengan hasta problemas de comunicación insoslayables, que haya ejemplos de núcleos desestructurados y muchachos desmotivados, a punto de quedar al margen del sistema, pero nunca hay que dejar de remar. Es un relato esclarecedor, honesto y aparentemente sencillo, pero con mucha miga.

VALORACIÓN:

Los buenos profesores narra las dificultades de los maestros de hoy, preocupados por afianzar su autoridad en el aula, trasladar los conocimientos al alumnado sin que pierda interés y encajar en los centros escolares donde cada día surgen imprevistos.

LO MEJOR:

La naturalidad del reparto, que hace que todas las situaciones descritas sean muy verosímiles. Que huya del efectismo.

LO PEOR:

Desaprovecha el talento de algunos de los integrantes del reparto, que quedan en un segundo plano.
Hobby

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Aceptable

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