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Crítica de El caballero negro: la caótica distopía coreana de Netflix

El caballero negro
Foto del redactor Rafa DomínguezFoto del redactor Rafa Domínguez

Redactor Colaborador

Crítica de El caballero negro, la serie de TV de Choi Ui-seok para Netflix. Un thriller distópico protagonizado por Kim Woo-bin para seguir alimentando la fiebre coreana de la plataforma. El estreno de El caballero negro en Netflix España fue el 12 de mayo de 2023.

A Hideo Kojima le tiene que gustar esta historia: un repartidor en un Seúl postapocalíptico se enfrenta al establishment de una sociedad que depende casi en exclusiva del reparto de paquetes a domicilio.

No es una versión alternativa de Death Stranding. Es El caballero negro, la nueva serie de una Netflix que sigue apostando por el talento surcoreano, esta vez con un thriller inevitablemente influenciado por Mad Max.

Estamos en el año 2071 y Seúl se ha convertido en una tierra desértica abocada a la supervivencia del más fuerte... y pudiente. Tras una catástrofe que ha contaminado el aire, sólo el 1% de la población ha sobrevivido y las distancias entre estratos sociales se han acrecentado dramáticamente.

Sólo la sinopsis valdría para recordar un par de títulos que van a señalar con el dedo los espectadores durante su visionado, además de la ya mencionada obra de George Miller, Silo, en emisión en Apple TV y que ya hemos analizado en HobbyConsolas, o Los 100, una de las manzanas rojas como series originales de Netflix.

Esta distopía de Netflix arranca dando traspiés con su montaje y sus ideas. Un batiburrillo de piloto con el que le costará bastante fidelizar a sus primeros espectadores, quienes, además de las inevitables comparativas, tendrán que esperar demasiados minutos para comprender su universo.

Repartidores de paquetes y esperanza

Kim Woo-bin, la principal apuesta de la serie, es 5-8; el repartidor más popular del país. Cada repartidor recibe un número asignado a él y a su camión como un elemento más de la alienación del Hermano Mayor de George Orwell que ya es un imprescindible del género.

Los repartidores de El caballero negro, además, son el último baluarte de los refugiados abandonados. Entrenados para el combate y sorprendentemente militarizados, se enfrentarán a ladrones y forajidos que quieren hacerse con el poder y la mercancía.

Ahora podéis atar cabos y entender por qué 5-8 es tan famoso. La serie tampoco dejará mucho lugar a la duda, ofreciendo una escena de apertura en la que veremos su estoico y preciso método de hacer justicia.

 

El camino de 5-8, ahora estandarte en la sombra de la revolución popular, se cruzará con el de Sa-wol (Kang You-Seok), un joven refugiado que desea convertirse en repartidor. Es como sacarse unas oposiciones al funcionariado; el camino es largo y tortuoso, pero la recompensa bien merece la pena.

Sa-wol es ingenuo y torpe, aunque sabe manejarse en el combate. Ahora, su gran potencial no está en sus puños, sino en su genética: es el gran cliffhanger del piloto y de los siguientes episodios, y, a su vez, una revelación que se desenvuelve con una lentitud que le pasa factura al ritmo de la serie.

Abusar del efecto de gancho final, de hecho, terminará siendo un lastre para la construcción de cada episodio, obligando a sus espectadores a querer empezar por el postre sin haber servido siquiera las bebidas.

Cuando empezamos a entender el conflicto, la serie vira su interés dramático en el proceso de conversión de Sa-wol en repartidor. Unas pruebas abiertas permiten que todos los ciudadanos opten a la única vacante del cuerpo de repartidores, y la serie se convertirá repentinamente en una suerte de Los juegos del hambre o, por qué no, El juego del calamar.

Ese es su leitmotiv estructural. Cada episodio de 50 minutos de duración presenta un montaje errático que nos obliga a dudar de si se acerca el gancho final o de la importancia de cada escena, echando más confusión a la mezcla coqueteando con diferentes formatos. 

Sa-wol tendrá que superar distintas pruebas previamente entrenado por 5-8, regresando al corte clásico de nacimiento y crecimiento del héroe —por si sus características iniciales no fuesen lo suficientemente cercanas a las de un protagonista genérico de anime—.

El caballero negro

En este punto es cuando El caballero negro comienza a coger aire y su montaje deja de ser un lastre para la relación entre la serie y el espectador. El formato de las pruebas es dinámico, la barroca presentación de la sociedad se difumina y el objetivo principal se vuelve mucho más palpable aunque sólo sea por unos minutos.

Ya sabemos lo que ocurre cuando una subtrama se vuelve más poderosa que la raíz; el regreso, aunque venga impulsado por las estimulantes escenas de acción de las pruebas, nos recordará que hemos alcanzado la cima y ahora toca descender.

El caos narrativo tumba su poderosa estética

El caballero negro tarda demasiado en configurar su universo y aún más en hacerlo atractivo. Tira de tropos y clichés para que su audiencia esté más cómoda en medio del caos en el que se articula su historia, pero, a pesar de la elegante fotografía de la serie y la factura del diseño de producción, sus palpables influencias occidentales dejan su personalidad bajo mínimos.

Muchas ideas con más estímulos difícilmente aterrizados. Hay un deseo evidente por hacer de ella el nuevo éxito coreano, pero la batidora de conceptos no da el resultado esperado. Su diseño visual tiene potencial, pero dentro del género le quedan pocos salientes a los que agarrarse para destacar.

VALORACIÓN:

El caballero negro es Mad Max coqueteando con Los juegos del hambre y citando a George Orwell con la esperanza de convertirse en el nuevo éxito coreano que enganche a las masas occidentales, pero se olvida de construir su propia personalidad en un montaje caótico con demasiadas ideas.

LO MEJOR:

La estética recupera lo mejor del género, rindiendo homenaje, a su forma, a la maravillosa saga de George Miller: Mad Max.

LO PEOR:

Es caótica en ideas y montaje, configura su narrativa de forma confusa.
Hobby

60

Aceptable

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Etiquetas: Netflix