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Crítica de La ciudad es nuestra - Los tiempos han cambiado en Baltimore, los problemas también

La ciudad es nuestra
Foto del redactor Raquel Hernández LujánFoto del redactor Raquel Hernández Luján

Crítica de La ciudad es nuestra (We Own this City), la nueva miniserie del creador de The Wire, David Simon, centrada en la corrupción policial de Baltimore. Estreno en HBO Max el 26 de abril de 2022.

Es tentador comparar La ciudad es nuestra con The Wire, pero también un error garrafal. La miniserie de seis episodios recién estrenada en HBO Max difiere notablemente en tono e intenciones respecto de la primera, considerada por muchos como una de las mejores series de la historia de la televisión.

Para empezar, estamos ante una producción basada en el libro escrito por el periodista Justin Fenton del mismo título, que retrata unos hechos no ficcionados, de modo tal que a pesar de que la acción discurre a medio camino entre las calles de Baltimore y las dependencias policiales como en aquella, hay una gran brecha entre ambos productos audiovisuales.

The Wire tenía varios elementos diferenciadores que la hacían muy especial: una perspectiva poliédrica sobre la situación de Baltimore respecto al tráfico de drogas que nos permitió ver el menudeo en las calles, los tentáculos de las grandes redes, los controles de aduanas, el impacto en la educación y hasta la labor periodística. 

David Simon, antes reportero de sucesos en el Baltimore Sun, sabía muy bien lo que quería contar y cómo, pero observó con cierta impotencia que su trabajo no conseguía tener el impacto deseado para cambiar las cosas, de ahí que ahora su ambición esté mucho más contenida y se focalice en mostrar un episodio más concreto y abarcable.

El corazón de la narración de La ciudad es nuestra es un caso real inspirado en las operaciones del grupo policial de Baltimore llamado Grupo Especial de Rastreo de Armas (Gun Trace Task Force o GTTF por sus siglas en inglés).

La ciudad es nuestra

Jon Bernthal da vida al sargento Wayne Jenkins, un tipo al que nos presentan de entrada en el primer episodio dándoles la bienvenida a sus compañeros haciendo apología de la "violencia justificada", algo que no nos revela más que la punta del iceberg de sus bárbaras actividades, escandalosas por su brutalidad.

La estructura narrativa de la serie nos lleva a recorrer un periodo de tiempo muy amplio que va de los primeros años 2000 y hasta 2017, momento en el que sale a la luz todo el asunto gracias a una serie de investigaciones internas en las que las escuchas serán clave y una de las causas señaladas de los abusos policiales las precarias condiciones de trabajo (otros dos puntos en común con The Wire).

De este modo conocemos el ascenso de Jenkins quien, a pesar de la abultada lista de quejas por maltrato que le señalaban como responsable, conseguía que ninguna prosperase y que el número de detenciones que realizaba lo mantuviera entre los agentes mejor valorados.

Los engranajes los pone en acción una investigación liderada por la División de Derechos Civiles del Departamento de Justicia que trata de indagar en los hechos de la mano de un policía de homicidios que tuvo en el pasado relación con el grupo (y al que da vida Jamie Hector, el inolvidable Marlo Stanfield de The Wire).

El modus operandi lo iremos descubriendo a lo largo de los episodios, que se valen de flashbacks derivados de interrogatorios para ir armando el puzle que ya se presenta desde el comienzo: una organización criminal con uniforme de la policía estuvo durante años abusando de su poder y actuando como se puede esperar de auténticos matones que se creían intocables.

A la postre, La ciudad es nuestra es una miniserie menos centrada en el escándalo en sí mismo y más abierta a señalar los muchos problemas sociales e institucionales que terminan amparando a quienes atropellan a los demás y dinamitan la convivencia pacífica. Así, desde los prejuicios hasta los códigos de silencio, todos los flancos quedan cubiertos en un guión sin fisuras.

La ciudad es nuestra
HBO Max

Reinaldo Marcus Green, que dirige los seis episodios, trata de mostrar las distintas situaciones con un mismo tono, quizás algo rígido en su fórmula pero también bastante respetuoso y alejado de la espectacularidad, tal y como requiere el material original.

En fin, los tiempos han cambiado en Baltimore y, como vemos, los problemas también... Mal vamos cuando queda en entredicho la rectitud moral de quienes están llamados a proteger a la población civil y se dedican a hacer justo lo contrario, desestabilizar la ciudad revendiendo alijos de droga, propinando palizas impunemente o falseando su desempeño.

En una era en la que la principal arma que se puede exhibir en las calles es el móvil para documentar los desmanes y donde las redes sociales pueden ser tanto aliadas como enemigas de las fuerzas del orden, los juegos de equilibrio en los despachos se acentúan. Tipos como Simon están ahí para que no perdamos de vista el bosque por centrarnos en los árboles.

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VALORACIÓN:

David Simon vuelve a Baltimore para retratar un caso real de corrupción policial de gran impacto: es un retrato coral de una realidad atroz que explora desde el nivel local algunos problemas universales asociados al poder.

LO MEJOR:

La concisión de la trama, centrada en un caso real documentado y las interpretaciones principales.

LO PEOR:

Palidece en comparación con la complejidad de la trama de The Wire y el tono de la serie... y es casi inevitable que sean comparadas.
Hobby

75

Bueno