Crítica de Los colonos: el horror que da forma a la historia

A la hora de definir el planteamiento inicial de Los colonos es bastante sencillo encontrar referencias, aunque habitualmente sean estadounidenses. El genocidio de los nativos por parte de terratenientes y políticos no es ajeno al cine, lo complicado suele ser dar con una sinceridad semejante.

El director chileno Felipe Gálvez ha decidido narrar el genocidio de los Selk'nam a manos de los colonos a principios del siglo XX en una historia que muestra un horror complicado de describir y con un mensaje inmisericorde hacia todo aquel que no sea víctima. Además, es una obra política que se estrena en las salas españolas justo la semana del Día de la Hispanidad.

Hay muchos aspectos de interés en Los colonos, pero algunos destacan sobremanera por ser ajenos a lo que encontramos normalmente en los westerns.

El principal es el uso de la violencia, la humillación y la bajeza humana, pero no desde el punto de vista de las víctimas o contra estas, sino entre los contratados para acabar con los nativos. 

La primera hora de película muestra la travesía de tres sujetos bien distintos por las llanuras de Chile y la crueldad que se ejercen entre ellos y los que van encontrando, muchos simpatizantes.

Estos tres son un tirano militar inglés, un mercenario estadounidense y un nativo que toma la posición de eje moral de la película. Deben limpiar de salvajes las vastas tierras del propietario José Menéndez y pueden tratar a sus víctimas como quieran. Solo tienen que llevar las orejas que muestren el número de víctimas.

Durante este tramo son también protagonistas las tierras inabarcables de Chile, no tan alejadas de lo mostrado por Pablo Larraín en El conde, y la extrañeza que llega con la violencia. 

Sea mediante panorámicas o primeros planos, el director comparte su turbador mensaje con la óptica de que la imagen también es una posición política.

El último tercio de la película sucede años después de lo narrado, pero no describiré la trama para no influir en la experiencia del espectador. Simplemente diré que es un cambio de lugar y varios diálogos sobre lo acaecido, la memoria y el cuestionable modo en que se trata después a las víctimas, aunque sea desde el intento de reconocimiento.

Este último tramo es el que da forma a Los colonos y consigue transformar una película cruenta de lo que podemos catalogar como western en una profunda reflexión sobre cómo se conforma la historia de los países.

A la hora de buscar similitudes mientras me encontraba ante la película, me venía a la cabeza la violencia de la novela Meridiano de sangre, quizá por la dificultad de encontrar un sadismo comparable que se acerque hasta la humillación difícil de digerir.

Los colonos queda como una película recomendable para quien vaya al cine sin buscar acomodo, listo para ser golpeado por un largometraje que tiene más verdad y desmitificación de lo que estamos acostumbrados a encontrar como espectadores. 

Además, como es indispensable en esta clase de películas, para lograr la abstracción que exige Los colonos es casi indispensable verla en pantalla grande.

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