Crítica de El conde de Montecristo, nueva adaptación de la imprescindible novela de Alejandro Dumas
Crítica de El conde de Montecristo, nueva adaptación cinematográfica protagonizada por Pierre Niney, Pierfrancesco Favino y Anaïs Demoustier. Estreno el 9 de agosto de 2024.
Alexandre de la Patellière y Matthieu Delaporte, los guionistas detrás del exitazo de Los tres mosqueteros: D'Artagnan y su segunda entrega, Milady (disponibles ambas en Movistar Plus+), han vuelto a reunir su talento para realizar una nueva adaptación cinematográfica de otro clásico literario de Alejandro Dumas: El conde de Montecristo.
Se trata de una cuidadísima producción que aúna acción, drama y aventuras a la par que realiza una íntima reflexión sobre el efecto corruptor de la venganza en un alma pura.
La película tuvo su estreno internacional en la pasada edición Festival de Cannes y acumula ya casi 6 millones de espectadores, siendo en el mayor éxito del cine francés de la temporada y apuntalando la magnífica proyección de estos dos creadores, cuyo próximo proyecto, la cinta de animación Astérix et le Royaume de Nubie, está ya en producción y cuenta con su libreto.
Un relato apasionado
En la Marsella de 1815, el joven Edmundo Dantès ve cómo su destino empieza a encarrilarse: está a punto de casarse con el gran amor de su vida, Mercedes Herrera, gracias a un ascenso a capitán de la naviera en la que trabaja, que le permite hacer realidad sus sueños.
Sin embargo, su dicha siembra envidias en su entorno más inmediato. Traicionado por sus rivales y denunciado por formar parte de una conspiración a favor del regreso de Napoleón, es encarcelado sin juicio en el inexpugnable Castillo de If, donde pronto pierde la esperanza de escapar.
Allí conocerá al abate Faria, que le instruirá proporcionándole algunos de los conocimientos que necesitará a lo largo de su vida: geografía, idiomas y sobre todo, le hablará de un legendario tesoro escondido en la isla de Montecristo. Catorce años después, se le presentará la oportunidad de fugarse y hacerse con él para reescribir su historia.
Su enorme fortuna le permitirá urdir un cruel plan para castigar a quienes le dieron la espalda y se lucraron de su defenestración, con la ayuda de otras víctimas de sus atropellos. Asumiendo distintas identidades, como la del ficticio "conde de Montecristo", cortejará el ego de sus enemigos, convertidos en altos dignatarios para poder acabar con ellos uno tras otro.
Hay muchos motivos para interesarse en esta nueva adaptación de El conde de Montecristo. La primera de ellas es que no renuncia a la espectacularidad (los giros de la historia no permiten que sea de otra manera), pero tampoco a aportarle cierto grado de verosimilitud histórica que hacen que la aventura de Dantès tenga un mayor eco.
Habitualmente se pasan por alto muchos de los pasajes anteriores a su detención, pero esta pareja de guionistas busca que se comprenda el calado de la traición y la concatenación de sucesos que hace que un hombre soñador, joven e ingenuo acabe atrapado y dado por muerto.
Patellière y Delaporte se muestran muy diestros a la hora de desarrollar a su personaje central, interpretado por un magnífico Pierre Niney entregado al papel tanto en el plano físico como el emocional.
La dirección artística no puede ser más degustable: los entornos naturales y los interiores son ricos y atrapan la mirada mientras que la banda sonora de Jérôme Rebotier (con quien ya habían trabajado en El nombre), le da ampulosidad y fuerza a la trama y le aporta efectismo a los momentos clave.
El conde de Montecristo roza las tres horas de duración (178 minutos de metraje), pero jamás se hace pesada o tediosa... es una de esas películas que te absorbe de principio a fin y en la que cada detalle se ha mimado para ofrecer una experiencia satisfactoria.
A pesar de sus muchas virtudes, la película no está exenta de problemas. El mayor de ellos, el salto de fe que le pide a los espectadores respecto a la máscara que porta Dantès para convertirse en el conde de Montecristo. Es un elemento recurrente en buena parte de la cinta al que hay que acostumbrarse, pero le resta verosimilitud a la historia y termina siendo un distractor.
El resto de las decisiones artísticas son bastante más acertadas, como no avejentar a Mercedes y optar por algo mucho más sutil en el caso de Danglars y Gérard de Villefort.
En suma y a pesar de estos matices, es una digna adaptación que le devuelve su esplendor al relato original, haciendo justicia a las tramas políticas que sirven de trasfondo.
Sobre todo, porque consigue radiografiar con gran acierto la envidia, la caída en desgracia y el resurgir de alguien que termina confundiendo la justicia y la venganza. Uno de los grandes temas de la ficción de todos los tiempos, que siempre merece ser revisitado si es haciendo gala de tanto talento. Magnífico equilibrio entre la calidad del contenido y el contenedor; de enjundia y espectáculo.
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VALORACIÓN:
El conde de Montecristo es una película que entra por los ojos y los oídos de maravilla: el material de base es excepcional y la pátina de realismo y riqueza artística de la que se reviste esta adaptación cinematográfica la hacen muy disfrutable.LO MEJOR:
La ambientación, la exquisita puesta en escena, la forma en la que se aborda la cuestión política de trasfondo, las interpretaciones y la BSO.LO PEOR:
El tema de la máscara se termina convirtiendo en un elemento distractor que le resta verosimilitud a la historia.80
Muy bueno