Crítica de Dogman - Luc Besson exprime a un entregado Caleb Landry Jones en un thriller peculiar

Luc Besson (Anna) vuelve por sus fueros con una película muy especial y diferente en la cual desarrolla a un personaje de lo más particular. Dogman está protagonizada por un fantástico y entregado Caleb Landry Jones (Finch) que se convierte en la médula espinal de un proyecto audiovisual en el que le toca repartir estrellato con una amplia manada de canes.

La idea original de Besson, que se hace cargo del libreto además de dirigir, proviene de la realidad: su curiosidad se disparó cuando supo de una familia que encerraba a su hijo en una jaula. Al preguntarse qué clase de vida podría llevar un muchacho criado en semejantes condiciones, surgió el personaje de Douglas Munrow, nuestro protagonista.

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Dogman arranca cuando un transformista ensangrentado es atrapado por la policía en plena huída. Disfrazado de Marilyn Monroe y ataviado con un ostentoso collar de piedras preciosas conduce una furgoneta repleta de perros. Pronto es enviado a una evaluación psiquiátrica para esclarecer dónde debe ser ingresado para recibir a ayuda que necesita.

Su terapeuta, una mujer con sus propios problemas personales, pronto empatiza con él, en la medida en que se abre contando los abusos que padeció en su niñez y que le llevaron a crear fuertes vínculos con su manada.

Douglas le explica cómo perdió la movilidad de las piernas y en qué tipo de hogar le tocó vivir su infancia, acechado por su envidioso hermano y asfixiado por un padre ultrarreligioso y violento que maltrataba a su madre y a los animales a los que criaba para las carreras, matándolos de hambre y manteniéndolos en pésimas condiciones.

Con ellos tuvo que compartirlo todo cuando su padre decidió que ya no formaba parte de la familia y lo enclaustró allí a la fuerza.

Besson mete en la coctelera un montón de géneros para hacer de Dogman una experiencia bastante única: la relación de simbiosis con los perros que tiene el protagonista deja claro que se trata de una cinta que tiene en su núcleo cierto activismo ecologista. En un momento dado el propio protagonista dice que el único defecto de sus perros es que se fían de los humanos.

También hay un evidente drama humano que nos lleva a pensar en el dogmatismo como la fuente de todos los problemas, pero no por ello deja de ser un thriller con surrealistas asaltos cuya autoría corresponde a los perros....

La dirección, con semejante número de cánidos de toda clase y condición, es otro de los valores a reseñar de la película. A veces le dan a la cinta una pátina de humor casi naif, pero sobre todo vienen a ser los garantes de la humanidad que les falta a los propios seres humanos que rodean a Douglas. Él mismo se perfecciona gracias a su amor incondicional hacia ellos, "sus niños".

Pero la película tiene una pátina más, de corte musical, en tanto que Douglas se gana la vida haciendo playbacks en un local de drag queens, donde encuentra un lugar en el que su vida tiene un sentido y puede estar en contacto con el arte que tanto ama.

Dogman es todo un viaje como película y da cuenta de que el cine de Luc Besson nunca se ciñe a la aplicación de una fórmula. No tiene intención alguna de repetirse y muestra una cualidad rara de encontrar en el cine comercial actual: originalidad.

Por la forma en la que está escrito el personaje y la magistral manera de abordarlo de Landry Jones, Dogman es una película que conmueve. Sin ser ni mucho menos perfecta, tiene más alma que muchas de las producciones que llegan cada semana a las carteleras atiborrándolas de fotocopias indistinguibles.

El director y el actor trabajan ya juntos en Dracula: A Love Tale, que llegará a las carteleras en 2025. Toda nuestra curiosidad ya por ver qué sale de esta nueva colaboración.

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