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Crítica de Un mundo feliz (Brave New World), la nueva adaptación de la novela distópica de Aldous Hux

Un mundo feliz
Crítica de Un mundo feliz (Brave New World), la nueva adaptación de la novela distópica de Aldous Huxley que Starzplay estrena el 4 de octubre de 2020.

Si eres un aficionado asiduo a las distopías, en tu biblioteca no puede faltar, junto a "1984", "Fahrenheit 451" o "El cuento de la criada", "Un mundo feliz", la novela de 1932 de Aldous Huxley. El escritor británico supo adelantarse a su tiempo en su novela más famosa e influyente, precognizando una sociedad que en apariencia ha alcanzado el culmen desterrando los enfrentamientos, las guerras, la privacidad, la monogamia, la memoria, el dinero... y por tanto viviendo un aparente estado constante de felicidad perpetua.

Para ello los ciudadanos, que asumen su engranaje en la sociedad a pies juntillas, consumen de forma asidua una sustancia llamada Soma, que es una suerte de droga de diseño neuroestimulante que les mantiene emocionalmente estables de forma artificial.

En Un mundo feliz las personas están sometidas a una inteligencia artificial llamada Indra y se dividen en castas en función de la manipulación genética a la que se somete a los embriones: desde los individuos Alfa Plus, que están en la cúspide de la pirámide, hasta los Épsilon, que sirven como fuerza de trabajo y ni siquiera se diferencian entre sí, sirviendo a sus superiores.

Como ciudadanos de Nuevo Londres, Bernard Marx (Harry Lloyd) y Lenina Crowne (Jessica Brown-Findlay) solo han conocido su rígido orden social: él desempeña tareas de supervisión y ella está en las cadenas de manipulación genética al más puro estilo fordiano del Laboratorio de Incubación y Acondicionamiento.

La curiosidad por explorar la vida más allá de las estructuras de su sociedad, hace que los dos nuevolondinenses se embarquen en unas vacaciones a las Tierras Salvajes, la única zona del planeta en la que aún viven personas no sometidas a sus normas... y que en realidad viven de ser un parque recreativo para los adocenados viajeros que van allí en busca de evasión y emociones fuertes (el parecido con Westworld es indudable en este punto).

En el transcurso de su viaje, en el que tratan de comprender costumbres que se les antojan tan primitivas y obsoletas como una ceremonia matrimonial o el inicio de las rebajas, se produce una violenta rebelión. Bernard y Lenina serán rescatados por John el Salvaje (Alden Ehrenreich) quien escapará junto a ellos de vuelta a Nuevo Londres.

La llegada de John al Nuevo Mundo amenazará con perturbar su armonía utópica, pero además despertará en ellos toda una serie de sentimientos encontrados. Tengamos en cuenta que para alcanzar esa supuesta perfección han ido dejando atrás muchas de las facetas que nos hacen humanos: la espontaneidad y la creatividad y con ellas el arte en todas sus formas; el pilar fundamental de la familia como núcleo afectivo y como entidad social; el amor a largo plazo y cualquier actividad que intente cuestionarse su propia realidad como la Historia, la Filosofía o cualquier tipo de fe.

Un mundo feliz indaga de forma constante en todas esas cuestiones tomando como punto de partida la novela y expandiendo su mensaje de una forma eficiente: consigue su objetivo primordial de hacernos pensar qué tipo de sociedad aspiramos a crear y hacernos reflexionar sobre nuestro estado actual.

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Buen casting, por cierto, con un pequeño papel para Demi Moore y el mayor protagonismo para Jessica Brown Findlay (Downton Abbey), Harry Lloyd (Counterpart) y Alden Ehrenreich (Han Solo: Una historia de Star Wars).

Los nombres de los protagonistas no están elegidos al azar, Bernard Marx y Lenina Crowne nos llevan a pensar de inmediato en Marx y Lenin. No es de extrañar si tenemos en cuenta lo que representan dentro del relato y que Un mundo feliz es a fin de cuentas un ataque frontal al consumismo y el capitalismo que trata a los seres humanos como objetos sin alma ni sentimientos.

No es que la novela trate con mojigatería la promiscuidad sexual, pero sí que deja entrever que la completa e impuesta liberación en ese plano es una afrenta contra la familia. 

Otro de los temas que no puede estar más de rabiosa actualidad es el uso de la ciencia como herramienta de control y programación de los individuos así como la creación de castas sociales: no ya por motivos económicos o por el acceso a privilegios sino por una decisión arbitraria en un laboratorio que dinamita por completo la individualidad y marca el destino de forma predeterminada.

En fin, hay muchísimo de donde rascar. La puesta en escena es muy elegante y no era fácil teniendo en cuenta que es de obligado cumplimiento mostrar en pantalla orgías multitudinarias y escenas bastante explícitas. Un mundo feliz pasa con nota por este reto, sin perder nunca de vista su objetivo último: emocionar y advertir. ¿Qué es lo que queremos crear en el futuro? ¿Queremos vivir un carpe diem ad infinitum? ¿Sometemos el pensamiento crítico para cultivar el hedonismo abúlico?

VALORACIÓN:

Aunque con sus baches de ritmo, la nueva adaptación de Un mundo feliz resulta subyugante gracias a un diseño de producción impecable, excelentes interpretaciones y un mensaje aterrador: cómo una sociedad genéticamente estratificada y dominada por el hedonismo podría imponerse.

LO MEJOR:

Esta nueva adaptación de la novela de Huxley es muy elegante y evocadora: te hace pensar sobre la sociedad que estamos creando.

LO PEOR:

Algunos episodios se hacen un poco largos como el de las Tierras Salvajes. Siempre se reserva lo mejor para el final, con grandes giros de guión.
Hobby

80

Muy bueno

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