Crítica de La niña de la comunión: una de terror patrio con buena atmósfera y sustos potentes

En este país hay géneros que funcionan por encima de la media y, al igual que estamos viviendo un momento dulce en lo que se refiere al policiaco, en materia de terror somos una pequeña superpotencia. Hoy venimos a hablaros de La niña de la comunión, una película que se vio fuera de competición en el marco del Festival de Cine de Sitges de 2022 y llega a la cartelera el 10 de febrero.

Una de sus peculiaridades más destacables es la que retomar una leyenda urbana local: la de una niña que se aparece a los conductores de una zona de Cáceres (como la chica de la curva). Así que nos quitamos el sombrero ante la idea de explotar los miedos patrios y retomar el leit motiv de las muñecas poseídas que no puede estar más de moda.

El origen de esta historia, la de "la niña de Valparaíso", está ni más ni menos que en el siglo XIX cuando al parecer, una niña que volvía con su familia de hacer la primera comunión, perdió la vida en circunstancias extrañas tras caer del carruaje en el que viajaba.

En los años 50, junto a esta salida de la Nacional V, cuando una familia volvía a casa después de que su hija hubiese hecho la primera comunión, sufrieron un accidente en el que la niña falleció. Así que, por lo visto, la carretera que une Peraleda de la Mata con Torviscoso se ha convertido en uno de esos lugares de la "España encantada" en el que hay quien dice haber visto una niña de blanco.

Víctor García (Hellraiser: Revelantions), que venía de trabajar en Estados unidos consigue aunar, precisamente, "lo nuestro" con un lenguaje audiovisual mucho más propio de las producciones anglosajonas e incluso niponas. Pensar en películas como The Ring durante el visionado es inevitable.

Sin embargo, uno de los aspectos más destacables de la película es su ambientación en los años 80: apartados como los de dirección artística, maquillaje, peluquería, vestuario o atrezzo son sobresalientes y la recreación del marco temporal por la idiosincrasia de los personajes, perfecta.

Se ha perdido, está sola y tiene frío

La niña de la comunión arranca presentándonos a Sara, que asiste a la comunión de su hermana Judith. En el transcurso del evento aparece una mujer desquiciada preguntando por su hija, a la que dice no encontrar, pero no le da más importancia.

A partir de la comunión de Judith, Sara y su amiga Rebe salen una noche de fiesta y al hacerse tarde, tienen que regresar haciendo autostop. Durante el trayecto, el conductor del coche las intimida con bromas de mal gusto hasta que alguien (o “algo”) se les cruza en la carretera.

Sara cree ver a una niña y se interna en el bosque para ayudarla, pero solo encuentra una muñeca sucia y desfigurada que parece muy antigua. 

A partir de ese momento empiezan a sucederse una serie de situaciones inexplicables que llevará a las dos amigas a iniciar una investigación por su cuenta y comprender el origen de la muñeca.

En verdad, La niña de la comunión hace bien la parte más difícil que es generar una atmósfera misteriosa y "meternos el miedo en el cuerpo" controlando my bien el tempo de las secuencias abocadas a hacernos saltar en la butaca.

Cuenta además con las buenas interpretaciones de Carla Campra (Feria: la luz más oscura), Marc Soler (Todos mienten) o Aina Quiñones (No matarás).

El talón de Aquiles de la película es, con mucho, el desenlace. Aunque intenta darle a la historia una vuelta de tuerca para sorprender a la audiencia saliéndose de sus expectativas, lo hace tirando de algunos recursos que funcionan bastante mal, como un CGI que no viene a cuento o un giro que echa por tierra algunas ideas que habrían sido más sugerentes para rematar la película.

En suma, La niña de la comunión es una película de terror que cumple, aunque también daba para más. No es de las que sugestionará a los espectadores al punto de mirar bajo la cama, pero tiene su aquel...