Crítica de Pequeños detalles, un thriller protagonizado por Denzel Washington, Rami Malek y Jared Leto

¿Hay ganas de ir al cine a ver un buen thriller? John Lee Hancock (Emboscada final) nos propone en Pequeños detalles (Little Things) todo un clásico policiaco, centrado en la caza de un brutal asesino en serie cuya puesta en escena ritual resulta de lo más inquietante.

Uno de los grandes atractivos de la película es su reparto, encabezado por tres actores que siempre generan un gran interés con sus interpretaciones: Denzel Washington (The Equalizer 2), Rami Malek (Mr. Robot) y un muy caracterizado Jared Leto, que ha sido nominado al Globo de Oro por su trabajo y que sigue mostrándose con un aspecto mesiánico, tal y como hizo en su última foto como Joker en el corte de La Liga de la Justicia de Zack Snyder.

Pequeños detalles es uno de los primeros estrenos que Warner Bros. lanza en pantalla grande tras el largo apagón derivado de las dos últimas olas de coronavirus, salpicadas por apenas un par de títulos estrenados en salas comerciales, de modo que resulta una oportunidad muy interesante para ver una película de muy buena factura técnica y que os permitirá reconciliaros con la experiencia colectiva de ir al cine, además de que os llevará a devanaros los sesos con vuestra interpretación del final.

En esta película, Denzel Washington da vida a Joe Deacon, conocido entre los suyos como "Deke". Él es el sheriff adjunto del condado del condado de Kern, un puesto al que llegó tras ser degradado por su implicación personal en un sonado caso que quedó abierto pero le reportó graves consecuencias como un ataque al corazón y el divorcio de su esposa, además de una mala fama que le persigue desde entonces.

Deke es enviado a Los Ángeles para una tarea sencilla de recopilación de pruebas, pero acaba conociendo al nuevo "chico estrella" del departamento, el sargento Baxter. Un joven de aspecto impecable con las ideas claras al que le pica mucho la curiosidad por ver cuál es el método del veterano en el trabajo de campo.

Así, Jim Baxter y Deke colaborarán en la búsqueda de un peligroso asesino en serie, cuyo modus operandi lo convierte en un tipo realmente resbaladizo. Sin embargo, serán esos pequeños detalles que quedan en el aire lo que podría suponer su ruina, porque es casi imposible cometer el crimen perfecto.

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Sin pausa, pero sin prisa

Los espectadores que son asiduos al género policiaco, conocen ya sus claves al dedillo y Hancock no busca reinventar la rueda. Tras una primera secuencia en las que se nos presenta al asesino de una forma muy desasosegante, persiguiendo a una nueva víctima, le imprime un ritmo moroso a la narración para crear ambientación y mantener a la audiencia pendiente de la pantalla en todo momento.

El talón de Aquiles de Pequeños detalles es que, cerca del final, tras haber buceado profusamente en las obsesiones y las implicaciones morales de los actos de los dos investigadores, dispuestos a atrapar al sospechoso a toda costa, los vemos tomar decisiones que resultan completamente ilógicas. Es ese guión, demasiado permisivo en el terreno de las licencias narrativas, el que hace que la película esté a punto de descarrilar. 

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Por fortuna, Hancock se lo juega todo con una carta final que pone de manifiesto en el desenlace y hace que todo sea deliciosamente ambiguo y quede abierto a la interpretación. En suma, alimenta un debate interesante sobre quién es el asesino, que es a fin de cuentas el corazón de cualquier thriller de esta índole.

Por lo demás, Pequeños detalles se esfuerza incluso en introducir algunos segmentos terroríficos, como las visiones que tiene Deke de las mujeres encontradas en los escenarios del crimen y con las que parece tener no solo una conexión sino una deuda de honor. 

Respecto a las interpretaciones, por decirlo de alguna manera, Washington representa la parte más humana e imperfecta también mientras que tanto Rami Malek como Jared Leto se muestran mucho más envarados en sus respectivos papeles. Este último da pavor con solo mirarlo: su personaje es demoniaco e impredecible y el intérprete se recrea en su forma de mirar, hablar y caminar para generar en el espectador una gran extrañeza y abonar la duda sobre su culpabilidad o inocencia, en función del momento.

En resumidas cuentas, a pesar de no ser perfecta, merece la pena. Siempre que no se analice con excesiva profundidad... en ese caso, las grietas se hacen más evidentes y alguna que otra "trampilla" desluce el conjunto.