Crítica de Twisters, un digno derivado de Twister con alma de cine de aventuras trepidante

Es difícil catalogar Twisters: no es un remake de Twister, aunque hay secuencias claramente inspiradas en la película de 1996. Tampoco es una secuela, puesto que los personajes son nuevos y la trama va por libre, pero sí que es, por así decirlo, una suerte de derivado que recoge el espíritu aventurero de aquella, el enclave en el que se desarrolla la acción y actualiza el concepto.

Es, al 100%, una película de acción en la cual apenas hay respiros, aunque el guión de Mark L. Smith, basado en una historia de Joseph Kosinski, se preocupa de desarrollar a los personajes para darles un trasfondo y una motivación.

Sea como fuere, los asiduos a las películas de catástrofes a buen seguro irán buscando un espectáculo colosal y lo van a encontrar. Hay amor por el celuloide y no lo decimos solo por la secuencia del cine, sino por el uso de película de 35 mm para dotar a la película de un aspecto visual muy singular, con textura y grano, tal y como pide el caos que siembran las tormentas.

En el ojo de la tormenta

Twisters nos presenta a Kate Cooper, una excazadora de tormentas perseguida por un devastador encuentro con un tornado durante sus años universitarios, cuando trataba de disipar uno, que se saldó con pérdidas irreparables.

Cinco años después, aún afectada por el trauma, estudia los patrones de tormentas en las pantallas de forma segura en la ciudad de Nueva York sacándole partido a su particular olfato para prever el comportamiento de los fenómenos meteorológicos extremos.

Un buen día, su amigo Javi la recluta para recorrer las llanuras abiertas de Oklahoma y probar un nuevo e innovador sistema de seguimiento con el que espera triangular y escanear un tornado. De este modo podrían comprender su estructura y predecir su trayectoria evitando males mayores.

Una vez en el terreno, se cruza con Tyler Owens, una imprudente superestrella de las redes sociales que disfruta publicando sus descerebradas aventuras, persiguiendo tormentas con su estridente equipo y vendiendo merchandising de sus gestas.

A medida que la temporada de tormentas se intensifica, se desatarán fenómenos naturales nunca antes vistos y Kate, Tyler y sus equipos competidores se verán inmersos en una vorágine peligrosa para salvar sus vidas y, con suerte, domar los tornados.

Pero, ¿quién ha dirigido Twisters? Ni más ni menos que Lee Isaac Chung, el responsable de la intimista Minari. Historia de mi familia, que también se hizo cargo de algunos episodios de The Mandalorian. ¡Menudo cambio de registro! Demuestra conocer a la perfección los códigos del género que está tratando y no da tregua para entregar una cinta trepidante de principio a fin.

Otra de las fortalezas de la película es el reparto. Daisy Edgar-Jones y Glen Powell exhiben su fotogenia en una narración en la que sus personajes son los ejes sobre los que pivota la acción.

La historia se basa en el "más": hay más tornados, más ruido, más riesgo, más implicaciones para la gente que tiene que asumir las consecuencias del desastre y más puntos de vista: con un dron implicado en planos aéreos bastante resultores. Es una producción ambiciosa y de aires megalómanos, como corresponde a las expectativas puestas en ella.

En suma, eleva la apuesta de lo ya conocido, aunque nunca termine de ofrecer una imagen tan emblemática e imperecedera como la de la vaca volando por los aires. Ojo, que los efectos especiales están muy pulidos y resultan convincentes pero se echa en falta más amor hacia el fenómeno singlar en sí, tan hermoso e hipnótico como destructivo y desolador.

En ocasiones, menos es más. Al multiplicar los tornados, se pierde algo de la pureza de los mismos y algo de credibiilidad de la historia. Hay que hacer un acto de fe para tragarse el planteamiento "científico".

Pero es obvio que tampoco pretende dar lecciones ni ser exhaustiva: es una película de evasión que ofrece una grata y nostálgica distracción. No evita dejar la trama principal cerrada, pero con un resquicio que nos podríamos tomar como la insinuación de una más que posible secuela si consigue llenar las salas de cine. Raro será que no sea así, porque se estrena en un momento ideal.

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